padre. Jesús no menosprecia ese y otros actos de culto, pero relativizaba su valor al
confrontarlos con otras cuestiones: Si vas a presentar tu ofrenda en el altar y allí te
acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar,
y vé, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda.
(Mateo, 8:23-24). Es decir, los ritos y el culto tienen el valor que tienen, pero no son un
fin en sí mismos. Por cierto tampoco la Iglesia, es un fin en sí misma. Su utilidad se
mide por la eficacia que puedan tener en despertar y fomentar la conciencia del
seguimiento a Jesús, de la vocación a construir el Reino de Dios que él anunciaba.
Es evidente que si Jesús postulaba la construcción de ese Reino y dedicó su vida a
realizarlo es porque el mundo que conoció estaba muy alejado del ideal que perseguía.
Tenía claro que su Reino no es como los de este mundo. Se supone, entonces, que sus
seguidores, los que nos definimos como tales, tenemos la misión de proseguir esa tarea
y estaríamos volcados en realizarla, y la Iglesia, la asamblea de sus seguidores, sería el
modelo del mundo nuevo que se quiere conseguir. Vamos a ver que, en realidad, las
cosas no son así. El sistema social dominante, lo que Jesús llamaba «el mundo», es hoy
tan injusto como el que a él le tocó conocer. Al igual que los pueblos de entonces,
muchos países hoy están siendo expoliados por potencias imperialistas. Y la
desigualdad entre las clases sociales siempre fue una característica constante de este
mundo: gran parte de la población mundial sufre hambre mientras otra parte consume
desordenadamente unos recursos que deberían servir a todos. El expolio de amplias
zonas del planeta genera una emigración masiva que es rechazada con criterios racistas
en el mundo desarrollado. Los gobernantes de las naciones se ponen al servicio de los
intereses de las clases dominantes.
El sistema social imperante, es la completa negación del Reino de Dios que Jesús
deseaba instaurar: Entonces, ¿Dónde están los seguidores de Jesús de Nazaret que se
supone deberían estar dedicados a su implantación? Tales seguidores son pocos y están
muy dispersos, pero existen. Son las personas que, al igual que Jesús, sienten empatía
hacia las víctimas de los problemas humanos. No se concentran en actos de culto. Se los
encontrará al lado de los enfermos y de los que sufren, asistiendo y ayudando a los
presos, colaborando con Cáritas o similares organizaciones asistenciales, proyectos de
desarrollo en países atrasados y otros humanitarios similares, acogiendo y ayudando a
los inmigrantes que no tienen otro apoyo, defendiendo a la gente en precario, a los que
no encuentran trabajo o perdieron el que tenían, a los que ven su vivienda desauciada en
provecho de fondos buitre, a las mujeres que son sojuzgadas y maltratadas…
resumiendo, a esas personas se las encontrará fomentando opciones políticas
progresistas que tengan como objetivo superar el actual sistema social clasista e injusto.
Tales personas existen pero son pocas; ya lo vaticinó Jesús: …la mies es mucha, mas
los obreros pocos. (Mateo, 9:37-38). Pero lo que interesa destacar es que ese tipo de
gente no coincide totalmente con el ámbito de nuestra Iglesia, aunque algunos hay en
ella: «ni son todos los que están, ni están todos lo que son». Algunos están en otras